domingo, 11 de marzo de 2012

El autómata



Hoy toca un texto algo denso, algo pegajoso y bastante duro. Me siento especialmente cínico. Si llegas al final del mismo, te pido perdón por haber sido uno de tus ladrones de tiempo.

...........................................................................................................................

Ya no recuerdo la fecha exacta en que dejé de tener nombre y pasé a figurar en la base de datos de la empresa como ESP/GC-0907.1978.

Yo era Braulio Cerdeña, de profesión contable y mi mujer Clara Betancor, auxiliar geriátrico. Nuestros hijos ya nacieron con número de serie, nos bastaba con recordar los dos últimos dígitos: 13 y 14. Son unos despiertos adolescentes.

Como a todos, al principio me pareció chocante, especialmente por mi formación en el ámbito financiero: al derogarse el obsoleto Estatuto del Trabajador, hubo cambios en la nomenclatura de los balances empresariales.
La antigua partida de “gastos de personal” se alteró por la más aséptica de “inversión en bienes racionales de producción”. Mis compañeros, y yo mismo habíamos pasado a ser un “bien racional” dentro del patrimonio de la empresa. 

Efectivamente has leído bien: en un pasado no muy lejano, nuestra especie NO formaba parte de los bienes productivos de la empresa, el humano era INDEPENDIENTE a la actividad productiva (ahora suena extraño, pero el mundo estaba organizado de una forma mucho más caótica que ahora)

Desde que nuestras vidas pasaron a ser propiedad de la iniciativa privada se corrigieron muchas ineficiencias sociales (al quedar abolido el Estatuto del Trabajador, también dejó de tener sentido el Código Civil, anexionándose los artículos más importantes al único texto legal a fecha de hoy, el Código de Comercio)
En este cambio de legislación, otro paso decisivo para nuestro avance como especie fue la supresión de los bienes públicos. Su gestión, inversión y esfuerzo era un auténtico coladero de ineficiencias económicas, llegando a la certera conclusión de que toda iniciativa pública tenía que ser suprimida. Gracias a esto, se ahorraron miles de billones de yuanes en una sanidad que dificultaba algo tan lógico como la selección natural. Otra partida que quizá era aún más gravosa tenía que ver con la educación humana al derrocharse auténticas fortunas en desarrollar profesiones totalmente anacrónicas, que en definitiva, no aportaban valor añadido económico (historiadores, arqueólogos, psicólogos, filólogos y filósofos, músicos y cualquier creador de obras de ficción)
La educación se centró en analizar científica y concienzudamente cuáles eran las necesidades del tejido empresarial... para que fueren cubiertas de forma racional. Si el colectivo de empresas navales consideraba que necesitaría soldadores cualificados en el medio plazo, se analizaban las bases de datos de nacimientos, cruzándolas con las de especialización personal óptima, y sólo entonces, se invertía por parte del colectivo naval recursos formativos en aquellas áreas que se necesitan. Ni un yuan de más, ni un yuan de menos.

A pesar de no entender el criterio en el que basó su decisión, hay días que añoro la vida con ESP/GC23081976 ó Clara, como aún la sigo recordando en mi mente.

Otra de las reformas que optimizaron los recursos privados de las organizaciones estaba relacionada con la reconversión de aquellas profesiones que dejaron de tener sentido. Clara cuidaba de personas ancianas. Era un derroche utilizar inmovilizado racional para cuidar del inmovilizado racional improductivo. Al amortizar toda ese inmovilizado inservible (se crearon magníficas fábricas de transformación en abonos, tejidos, biocombustibles, cosméticos...) tardaron años en limpiar las partidas iniciales de todos aquellos viejos inoperativos. Para dicha tarea se consideró oportuno aprovechar los antiguos profesionales (enfermeros, auxiliares, médicos...) y transformarlos en los actuales desguazadores. Tenía mucho sentido, dado que al dejar de existir la necesidad de cuidar, había que encontrar una tarea productiva real.

Nunca entendí del todo la decisión de Clara: prefirió ser desguazada a desempeñar una nueva alternativa laboral que podría dar salida a sus ansias de crecimiento personal.

Ninguno de nuestros hijos (ni 13 ni 14) realmente piensa ya en su madre. En la escuela de marinería les dijeron “muchachos, agua pasada, no mueve molino...”

Y así hicimos todos, al fin y al cabo, pensar en ello era una auténtica ineficiencia del sistema.

domingo, 26 de febrero de 2012

La cena


Cada semestre repetíamos el mismo ritual. Los seis habíamos sido compañeros de facultad, y por azares de la vida nunca acabábamos de perder nuestra vinculación. Cada seis meses estábamos ahí: los 25 de febrero y los 25 de agosto.
Había ocasiones en que las fechas eran complicadas, pero contra todo pronóstico, los seis aparecíamos por arte de magia. La tertulia era amena, a veces alegre, a veces triste, compartíamos opiniones y discutíamos por ellas. Casi siempre la comida era exquisita, regada por un excelente vino. No hay muchos sitios a la orilla del Duero donde se encuentre un lugar con este encanto. El restaurante era coqueto, en una de las interminables cuestas de ese Oporto melancólico. 
Los años habían pasado para todos. Algunos nos hicimos más viejos, otros maduraban con gracia. Menos pelo, más barriga. Mejores zapatos y relojes. Más peluquería. El maitre del establecimiento nos fijaba siempre la misma mesa del escueto rincón, separado por un breve muro de pavés que hacía de frontera entre el comedor común y nuestro pequeño reservado.
Me gustaba recordar las sonrisas de ellos y de ellas. Me gustaba ver cómo, en medio de la comida atendían las llamadas de sus hijos, algunos ya adolescentes. Me entristecía cuando no nos iba bien a alguno de nosotros. Y nos alentábamos, aunque a veces sonaban vacías las palabras.

Hoy es 25 de febrero de 1.999. Este año me tocó a mí hacer la correspondiente reserva, incluso me atreví a elegir el menú y el vino, puesto que había realizado hacía semanas un curso de cata: “mesa para seis por favor Damián, como de costumbre...”

Tengo 72 años. No tengo especial prisa, pero sólo quedo yo por morir.  Nos hemos ido marchando de este mundo como lo hacíamos del restaurante. Sin hacer ruido y dejando huella en el resto.
Aquí estoy, en mi mesa, esperando yo por ellos, o ellos por mí. Cada vez más cerca de ese día en que volvamos a ser seis.



sábado, 25 de febrero de 2012

De la mano de papá

Al buscar un nombre para el blog, lo cierto es que lo tuve fácil. Esa expresión, custodia compartida, la llevo asociando a nuestro actual modo de vida a todos los niveles que podemos experimentar. 
El sentimiento de padecer una suerte de libertad vigilada en donde la última palabra parece que la tienes tú… pero que no acaba de convencerte (tomas una decisión y al segundo piensas “cómo he llegado hasta aquí?)
Para que me entiendas, y para explicarme mejor, te pongo el ejemplo de Europa en los últimos 48 meses:

Después de las múltiples medidas tomadas en nuestro país para evitar el colapso económico, independientemente del color político del gobierno que las tomare, aún permanece en mi interior la sensación de que no hemos hecho nada de lo que realmente estuviéramos convencidos. Bajo la mirada del Sr. Van Rompuy y del Sr Rehn (tutelados por Merkozy) hemos dado considerables pasos atrás en lo que conocíamos como Estado del Bienestar. 
Sólo por nombrar algunos de estos hitos, menciono la bajada real de nuestra capacidad adquisitiva, “flexifacilitación” del despido y abaratamiento de sus costes, más años de vida laboral y mayor periodo de cotización para optar a una pensión pública…
Empeoramiento de servicios públicos esenciales como la sanidad o la educación, ahí es nada (por mucho que traten de hacerme ver lo contrario) 
Sin olvidarme de la ya deteriorada inversión en Cultura, Investigación y Desarrollo y modernización tecnológica (la España 2.0 es la que tiene más usuarios de Redes Sociales… y el menor número de empresas que considera fundamental trabajar en la red…(hay gente que todavía no cree en esto del interné)
No quiero extenderme en este terreno.
Lo cierto es que todas estas modificaciones nos las han endosado con calzador, in-extremis e impuestas por terceras partes cuya principal motivación es que no se colapse nuestro sistema… para que sus bancos puedan recuperar los miles de millones de euros invertidos en nuestro país. 
Entiéndanme: no soy un euro escéptico. 
¿Pero hemos tomado las medidas correctas, o es sólo cirugía plástica?
Llevamos todo este tiempo de crisis y aún no se han barajado aquellas opciones que considero que son las más correctas, valientes y osadas:
¿Cuándo se va a poner fin a las duplicidades en las administraciones públicas? Pero de verdad. Sabiendo que son medidas dolorosas por pérdida de puestos de trabajo, pero que a la larga llevan lastrando las cuentas públicas desde hace mucho tiempo. ¿Por qué no se mancomunan ayuntamientos de baja población para ofrecer servicios a sus convecinos?
¿cuándo se va a fortalecer el sistema de educación pública? Fortalecimiento entendido como proceso por el cual se le exige al alumno mayor capacidad y esfuerzo para conseguir un nivel educativo equiparable al de países cuya balanza de pagos está inclinada hacia la exportación.
¿cuándo se va a perseguir seriamente el fraude fiscal a todas las escalas? El defraudador en España tiene un atractivo que no ha sido convenientemente desdibujado. El que no paga sus impuestos y deberes te está estafando a ti directamente, que sí los pagas religiosamente. Hay opiniones que dicen que gracias a la “economía sumergida” no ha habido revueltas sociales en nuestro país.
Bueno, yo digo que sin esta economía soterrada, al margen de la ley, en este país no había que haber tomado decisiones drásticas de recortes sociales. 


Vivimos en un momento en donde se nos conmina a a que “recortemos” nuestros gastos, para atender nuestras obligaciones financieras. 
Resulta que recortamos dónde más duele en lugar de hacerlo donde más debemos…
¿Y cuándo vamos a hablar de políticas de estímulo? Ah, eso no toca, ya nos lo dirá Durao Barroso, o Merkel, ó el FMI…
Hasta ese momento, lo que toca es recortar…

Un paseo

Natalia podía oír de fondo a los niños jugando abajo. Desde su apartamento en el tercer piso se podía contemplar una agradable ...