Natalia podía oír de fondo a los niños jugando
abajo. Desde su apartamento en el tercer piso se podía contemplar una agradable
vista del pequeño y despejado escenario urbano que constituía el Parque Romano.
Aunque su edificio es uno de los que disfrutan de unas privilegiadas vistas al
mar, la residencia de Nati tenía una orientación perpendicular con respecto a
la costa. Ella lo prefería así. Discreto. Tranquilo y sin destacar.
Natalia estaba cansada de aguantar. Atravesaba
una etapa de profundo desencanto con su Álvaro.
Por supuesto que sabía que se había acostado con
Raquel. De todas formas ella misma lo había probado con Javier. Nunca se
arrepintió de aquello, que sabía a venganza.
Siempre se preguntó si él sabía que ella lo
sabía. Además… ¿sería tan capullo Javier de ser capaz de confesarse a Álvaro?…
bueno, en honor a la verdad, Raquel se lo dijo en un arrebato de culpabilidad,
lo mismo le podía pasar a Javier. Estúpidos. Al menos mi Álvaro es
discreto.
Demasiados juegos de equilibrio. Demasiadas
medias verdades. Demasiados medias pasiones y medios amores.
Al acabar de desperezarse de la siesta se dijo
que el café lo tomaría luego. Después de ir a correr. Nati se quitó el heroico
viejo pantalón que ya sólo servia para dar pena y enfundándose el chándal
decidió salir a caminar a la Avenida Marítima. Despejarse le ayudaría a mirar
la vida con otra perspectiva.
Después de unas semanas en donde la comunicación
prácticamente no fluía entre ellos, y mientras respiraba sal caminando bajo un
agradable sol de septiembre lo decidió. “Debo tomar el timón. Al fin y al cabo,
tengo y me queda todo por hacer. El contador a cero. Suena bien. Incertidumbre,
motivación y creatividad. Nati, no estás muerta carajo”
Esta decisión la animó. Aumentó el ritmo de su
zancada, y se dedicó a observar a los transeúntes: ciclistas anónimos,
patinadores que se recargan con las miradas de los demás. Parejas que se
quieren, parejas que se ignoran y solitarios necesitando dejar de serlo.
Fue sencillo mejorar el ánimo. “Tenía que haber
salido antes. Las decisiones importantes están para ser tomadas en el momento
que lo pide el cuerpo. Estaba claro que una nueva vida entrañaba un proceso de
transición incómodo. Se lo planteó como la adaptación a unos nuevos zapatos.
“mi vida tendrá ahora otro calzado” A lo lejos, a unos 70 metros por debajo de
su mirada se encuentra el Muelle Deportivo. Lugar estereotípico de amantes
tranquilos, de gente con dinero y de gente con ganas de tenerlo.
Le resultó ejemplarizante una pareja de chicos de
unos treinta y tantos con los dedos entrelazados. No ocultaban su condición
sexual, y tampoco hacían cátedra de ella. Nati internamente los elogió. Supuso
que ellos también tenían que haber pasado esa dura transición. Se los imaginó
confesándose a sus familiares “cómo si fuera un pecado”. Liberándose de toda
esa tensión reprimida… “Qué envidia. Creo que son un ejemplo para mi”
El sol seguía dándole de lado de forma incómoda,
y al caminar en la misma dirección pero distinto sentido que la pareja, se fue
acercando a ellos. “igual se me contagia su fuerza, Dios, en qué pensamos las
chicas a los 35?… da igual, seguro que algo se me pega” Sentía una especie de
nerviosismo debido a ese supuesto contagio que llegaría en menos de 30 segundos
“a lo mejor son guapos. Cómo molesta el sol. ¿quién será más “homo” de los
dos?”
Y de repente sonrió. Todo el peso de la tensión
acumulada se escurrió en seguida. Álvaro también sonrió. Javier no lo hizo,
pero fue valiente y no despegó su mano de la de Álvaro. Al fin y al cabo,
estaban enamorados.