viernes, 9 de marzo de 2018

El Descanso


El descanso

Fátima difícilmente hubiera aguantado un minuto más sin salir del despacho. Estaba contenta con su ascenso. Había otros compañeros que también se lo habían ganado. Pero en este caso la afortunada fue ella. Mientras bajaba las escaleras para llegar a su remanso de paz particular, repasaba las llamadas que tendría que hacer cuando subiera de nuevo a su oficina. -”por Dios Fátima, para ya, desconecta o te volverás loca.”
Se permitió entonces un pequeño acto de rebeldía: apagaría el móvil durante los 20 minutos que tardaría en la cafetería. Salió de la recepción y andó rápidamente hasta que cruzó la calle y accedió a la pequeña cafetería de Luis.
Era uno de esos rincones que van escaseando en las grandes ciudades: recinto pequeño, con azulejos entre celestes y azules pertenecientes a otras épocas de humo y clandestinidad. El primer propietario del bar fue el bisabuelo de Luis, como indicaba orgullosamente el cartel, ajeno a la competencia de los abusivos neones: “Herederos de Antonio Pelayo, cafeteros. Estab. 1.911”
“Cuatro generaciones en poco menos de cien años, aunque la Guerra se llevó dos de un tajo” repetía Luis, henchido de orgullo.
Lo curioso del establecimiento, y su éxito en el tiempo residía en el aroma de aquel excelente café. “Luis, me vas a tener que contar tu secreto” le repetían los asiduos. No se servían pinchos, no se servían bocadillos. Café, Agua, Chocolote. Bueno, a lo mejor un chorro de Soberano en la tacita de algún pensionista tranquilo. La intensidad de su olor, entre penetrante y suave, amargo en el fondo del paladar, pero sutilmente adictivo reunía una pléyade de seguidores que huían de franquicias de corte moderno.

Fátima se tomó su café solo sentada en la mesa de mármol con estructura de forja que milagrosamente había sobrevivido al paso de los años. Con una sonrisa miraba alrededor. Pudo desconectar de su ritmo para saborear aquel rato rodeada de extraños, caras conocidas, en su mayoría amigables.

Fátima sintió siempre curiosidad por conocer el origen de la materia prima del Bar. “Luis, dime, ¿tu café es colombiano?”, “si te lo dijera, tendría que matarte, y no sería bueno para el negocio”. “Algún día te despistarás, y me llevaré un saquito de esos antes de que lo muelas”
Una mañana que Luis estaba atendiendo al comercial que dejaba el alcohol semanalmente, Fátima no lo pudo evitar, paso bajo la barra del mostrador y entró en la alacena donde tenía acumuladas las sacas, selladas con una marca desconocida que no hacía referencia a ningún país ni denominación de origen habitual.

Estas notas están sacadas del periódico de menor tirada barcelonés, día 16 de marzo 2009:

“Desaparece ejecutiva de empresa multinacional Coreana. Se sospecha de un posible secuestro de una banda de ...”

“El mítico Herederos de Pelayo, cierra al público tras 98 años abierto ininterrumpidamente. Su café era conocido por todos los empleados de la zona, estimado como uno de los...”



miércoles, 7 de febrero de 2018

El Comité


“…No sé realmente qué fue lo que molestó al comité supervisor de mi carta de presentación”
El joven Yun Fo se devanaba los sesos mientras caminaba rumbo a su pequeño apartamento con el automático puesto. A veces cuando llegaba a casa se sentía como una especie de paloma mensajera, puesto que no recordaba con exactitud  cómo diablos había alcanzado su destino.  Da igual en qué parte de su atestada ciudad se encontrase, sabía que su brújula interna rara vez lo desorientaría.
“Redacción perfecta, ninguna idea opuesta a lo que El Partido busca en un veinteañero, motivación y entusiasmo… Por qué no he sido preseleccionado?”
El Partido buscaba constantemente jóvenes que fueran reemplazando de forma paulatina a los miembros que bien por edad u hoja de servicio abandonaban la estructura administrativa. No era una elección profesional habitual para la mayor parte de la gente, pero a Fo le parecía atractiva la idea de poder trabajar bajo una presión siempre relativa, recibir un sueldo modesto, pero seguro, además de tener el respaldo de la mayor maquinaria burocrática a nivel mundial. “Practico deporte, he recitado pasajes aleatoriamente de los Escritos Fundacionales, tuve un buen expediente académico y nunca he asistido a manifestaciones políticas…”
La lluvia apenas perceptible calaba poco a poco el permeable tejido de algodón de su zamarra, pero ni así lograba despejar la idea del rechazo. Tenía la sensación de que no dejaría nunca de picar verduras en el puesto de comida rápida de la esquina norte de la Calle Huai.  El régimen dictatorial (El Partido prefería utilizar el término de “Sólida Democracia”) se había convertido en un quiste que ni crecía ni encogía. Ciento cincuenta años de mandato otorgaba una  aceptación popular que espaciaba cada vez más los intentos de crítica y protesta. En cierto modo, tampoco apretaban mucho el cuello del pueblo.
A Fo nunca le habían disparado, ni siquiera había recibido de joven un puñetazo. Era el modelo de persona que siempre evitaba el conflicto cuando lo olía.
Por esa razón cuando la bala lo atravesó diagonalmente, entrando por el hombro derecho y saliendo por el estómago, en ese mismo instante no sabía qué experimentaba su cuerpo. “Qué incomodo estoy” fue lo último que atinó a enlazar su cerebro. Al menos la muerte fue rápida.
El equipo de limpieza estaba apostado en uno de los portales cercanos, por lo que a Fo no le dio tiempo ni de caerse al suelo. Fue metido rápidamente en el furgón de recogida. Tras una llamada a uno de los funcionarios del Partido (a lo mejor era el puesto al que optaba esta mañana), sus datos en la base central fueron borrados. Sus padres, que vivían a unos 1.200 km en Manchuria, recibirían un telegrama de fallecimiento por infarto, junto con los 300 dinarios (el equivalente a un buen almuerzo) de la ayuda por defunción que generosamente daba El Partido.

Transcripción  de la nota enviada por los investigadores en la inspección de la casa de Fo: “Joven disciplinado. Higiene escrupulosa. Estantes bien ordenados y sin ningún libro prohibido. Revisadas llamadas telefónicas y agenda de contactos. Amigos no adscritos a ningún sindicato prohibido. Aparentemente apto para el servicio.
Nota adicional: hemos encontrado en la papelera escrito a lápiz una lista de compra del supermercado, que en el reverso tenía la siguiente frase de su puño y letra:
-Desabrocha tu mente tantas veces como desabrochas tu bragueta. Piensa-”



Un paseo

Natalia podía oír de fondo a los niños jugando abajo. Desde su apartamento en el tercer piso se podía contemplar una agradable ...